En esta sexta edición, 11 murales nuevos se sumaron a la galería a cielo abierto que ya supera las 350 obras distribuidas en toda Ushuaia. ¿La consigna de este año? "Hacernos comunidad", un concepto que no necesita traducción pero sí, quizás, recordatorio: en un mundo cada vez más fragmentado, pintar juntos puede ser una forma de reconstruir lo común.
El encuentro, organizado por la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Ushuaia, recibió más de 100 postulaciones, de las cuales se seleccionaron 11 artistas que llegaron desde distintos puntos del país. Desde Buenos Aires hasta Ayacucho, pasando por Río Negro, San Juan y Tierra del Fuego, cada muralista trajo su mirada sobre lo que significa vivir, habitar y crear en comunidad.
Algunos de los murales llevan nombres tan sugerentes como “Nadie crece en soledad”, “El abrazo postergado”, “Comunidad con la Pacha” o “Que el fuego no se apague”, y no hacen falta muchas palabras más para entender de qué hablan. Los barrios de Ushuaia, testigos y partícipes, ahora tienen nuevas postales que no sólo embellecen el paisaje urbano, sino que generan diálogo, identidad y pertenencia.
El acompañamiento privado también se hizo presente. Alba, la marca de pinturas que celebra sus 100 años, no quiso perderse esta celebración artística. Desde su programa “Vení al Color”, una iniciativa que recorre el mundo sumando color a espacios públicos con impacto comunitario, se sumó a EMUSH como auspiciante oficial. “La vida es mejor en colores y definitivamente juntos somos mejores”, dijo Fernando Domingues, director General de AkzoNobel para el Cono Sur, y la frase resuena fuerte cuando se la pone en contexto.
Desde la gestión municipal, la secretaria de Cultura Belén Molina destacó la continuidad del proyecto y el récord de postulaciones como un indicador claro: “el arte público no es un lujo, es una forma de construir comunidad desde lo simbólico y lo cotidiano”.
El arte no es solo para mirar
Quienes habitan las ciudades que apuestan al muralismo ya lo saben: una pared pintada no es solo decoración, es también un grito suave, una marca identitaria, una provocación amable. Es una forma de escribir la historia en presente, con pinceles en lugar de teclados, con diálogo en vez de hashtags.
En Ushuaia, al fin del mundo, ese mensaje vuelve a tomar forma una vez más. Esta vez, en colores.